29.1.06

Munich: Perspectivas.

Advierto que el post está lleno de spoiler. Leedlo solo después de haber visto la película.


En esta tragicomedia a la que llamamos vida, nada es absoluto, ni imparcial. Nada escapa a las peculiaridades coyunturales. Todo –todo- varía según la perspectiva de la cual miremos. Munich, el último producto de Spielberg, no iba a ser menos.

Es muy tarde, o demasiado temprano, y hace horas, desde que finalizó la película, que no me quito de la cabeza la posible conclusión que puedo darle, desde mi prisma personal, al film. Desconozco cual es la mejor forma de expresar lo que han percibido, política y moralmente, mis ojos. Como he aludido a prismas y a perspectivas, daré la mía. Para opinar sobre este largometraje, es fundamental el origen de cada uno.
Soy judío, muy orgulloso de serlo –de lo único que estoy con seguridad en mi vida-, sionista, de todo corazón y pasión. Considero al Estado de Israel como el garante de mi dignidad y del fin al daño gratis a los judíos. Sin matices. Sé, con toda seguridad, que su existencia es, para el pueblo judío, primordial, y que, rodeado de todas las amabilísimas dictaduras neofeudales árabes e islámicas, su política de defensa es la justa y necesaria. De lo contrario, Israel no existiría. La primera guerra que pierda será la última.

Otorgado mi carné de identidad, comenzaré con mi análisis.

Cuando se estrenó en EEUU, el 23 de diciembre, ya se empezaron a verter ríos de tinta criticando duramente la película. Tanto desde la parte judía como desde la árabe. La más dura, sin duda, la expuesta en los suplementos de Libertad Digital, con el título de La michaelmoorificación de Spielberg. Hasta llegué a leer que el guionista, Tony Kushner, opina que Israel es una calamidad política, histórica y moral, que el Embajador de Israel en EEUU exigió que la retiraran de cartel, o que, un miembro del Congreso Judío Mundial le envió a Spielberg una carta dándole gracias por excretar encima del pueblo judío. Me resistí a creer tanto ataque desde mi parte, la judía, la única que me interesaba en la crítica. Aunque me fiara muchísimo de dichos ataques. Después de verla los comprendí. Quizás por el comienzo de este escrito, por las perspectivas.



Sí. Spielberg pone a caldo a los dos lados enfrentados en el conflicto. Y afirmo, con toda convicción, que muchas partes de la película me disgustaron, hasta herir mis pilares morales y existenciales, habiendo también las que me emocionaron e hicieron brotar agua salada de mis ojos. Otras, sembraron mi cabeza de confusión. Así llega a ser el cine “serio” de Spielberg: imparcial y relativo. Deja tantas cosas a la interpretación del espectador que, un judío sionista como yo puede llegar a arder de rabia al ver como Avner (Eric Bana), el inexperto líder del comando del Mossad encargado de la venganza, reniega de su patria, Israel, corroído por la duda de si hizo bien o mal, al observar como se alternan los nombres de los atletas israelíes inocentes brutalmente asesinados en Munich con los de los once palestinos responsables de dicha masacre, o al ver tantas similitudes entre terroristas palestinos y espías del Mossad.

Las criticas –algunas- fueron excesivas, pero necesarias. Porque, la única conclusión que extrae un judío sionista como yo es que, si la película la hubiera dirigido un director no judío mi opinión hubiera sido muy distinta. Positiva, seguro.

Hace algunos años escribí sobre la nefasta El Pianista de Roman Polanski, tildando a este de judío irresponsable, por hacer una película tan blanda y complaciente con el Holocausto, siendo un peligro para las cabezas vírgenes sobre el crimen más horrible de la historia. Spierlberg comete el mismo pecado. ¡Y estamos hablando del director de una obra maestra y suprema sobre el Holocausto como es La lista de Schlinder! No pone a los terroristas en igual plano que los agentes israelíes, pero casi. Elude datos históricos importantísimos, como que, la culpa principal de que los palestinos no tengan una patria desde 1948 fue de los países árabes, negándose a aceptar la partición aprobada por la ONU de la Palestina histórica en dos estados, uno árabe y otro judío, o que, el nombre del grupo terrorista palestino, Septiembre Negro, se debe a las matanzas de miles de palestinos perpetradas por el ejército jordano en 1970. Pone, a los generales del Mossad y del Tsahal como despiadados y desconsiderados “halcones”, y a muchos de los responsables de la masacre de Munich que iban a ser eliminados, los enternece, los humaniza. “Intentar entender a los terroristas no es justificarlos” ha dicho el director. Yo le respondería que, también me hubiera gustado entender a los nazis de todo lo innombrable que perpetraron, pero, para ello lo último que haría sería pintarlos como honradas personas que buscaban un bien para su pueblo. Cuando un ser humano se deja caer en los brazos del fanatismo asesino, pierde todo tinte de humanidad. A Spielberg, la paranoia pacifista que pervierte las mentes razonables desde el 11-S se le ha contagiado. Su película no es un “canto a la paz” como ha declarado, es un alegato contra la política antiterrorista israelí. No porque la deteste, sino porque, para él, no conduce a nada bueno, sino a más terrorismo. Él, Steven Spielberg, el que nos hizo a todos explotar de conmoción al ver a los supervivientes de La lista de con los actores que les representaban cogidos de la mano depositando una piedra en la tumba de Oscar Schlinder, con Yerushalaim Shel Zahav endulzando la imagen, aboga por acabar con la actual situación de otra manera. “Como hicimos con Eichmann”… “si los matamos saldrán más y peores”…dice Avner –en boca de Spielberg- a Efraim(Geoffrey Rush), su contacto del Mossad, al final de la película con las Torres Gemelas enmarcandoles.

Se salvan dos aspectos: la descripción, salpicada por todo el metraje en forma de flashbacks, conmovedora y cruel, de cómo fueron asesinados los once muchachos israelíes –qué menos-, y hacer de los protagonistas agentes del Mossad unos personajes serios y profundos, que les invaden dudas y miedos, pero que aun así continúan heroicamente con su tarea de defender al pueblo judío.
El discurso de Golda Meir (Lynn Cohen) ante su gabinete secreto, para justificar la operación es notable y vehemente, la segunda conversación que Avner tiene con su madre, casi al final, le sirve al director para lavar sus pecados sobre el supuesto antisionismo.
En la técnica cinematográfica, existe un dominio magistral de la imagen y la narración, aunque al final parezca que le falta tiempo para terminar y amontone sucesos sin margen de tiempo al espectador. Utiliza el estilo setentero de Chacal o de Los tres días del Cóndor, siendo la ambientación, sobresaliente.

No soy nadie para decirle a un director de la talla de Steven Spielberg como tiene que hacer las cosas, pero, su supuesto objetivo, rendir a los once israelíes asesinados un homenaje que les negaron en los mismos Juegos de Munich de 1972 –los cuales al día siguiente continuaron celebrándose- y en los sucesivos Juegos Olímpicos acaecidos, convirtiendo el figurado sentido de fraternidad del deporte en una falacia, en una farsa, con un putrefacto silencio del Comité Olímpico Internacional, no lo consigue. Tampoco es que sirva de mucho mi prisma para interpretar la película. Mi único anhelo, antes de verla, era que las personas no judías que acudieran a las salas, salieran del cine pensando que Israel y el pueblo judío han sufrido y siguen sufriendo injusticias y sufrimiento incontables y que, después de todo deben hacer saber a sus enemigos que se acabó el doblegarse, aunque duden de los métodos. Lo que piensan al salir, con toda seguridad, es en la calculada venganza de los judíos. Ni siquiera se acordarán de los atletas judíos inocentes. Eso, los más benévolos. Los antisemitas de siempre ni me atrevo a especular.




Para concluir, he de decir que, gracias al escepticismo que me provocaron la cantidad de críticas, me esperaba resultados más negativos. Y que, ver a Yosef Romano, zijronó lebrajá, sacrificando su vida para salvar a sus compañeros habiendo podido escapar, clamando así, los valores que el pueblo judío ha ido transmitiendo desde el amanecer de los tiempos, eclipsa muchos momentos desagradables del metraje.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito por el análisis de la película. Yo pienso que Spielberg no debía haber hecho esta película, y que es el típico americano de izquierdas que se permite el lujo de criticar al estado de Israel. Pero por otro lado, espero que el "goy" saque de esta película la conclusión de que matar a un judío, desde que existe Israël, ya nunca más será impune.
Y al que le pese que se fastidie !!!
Por otro lado que buena película, como te mantiene en vilo hasta el final e incluso termina sin saber muy bien que pasa con Avner. Yo como soy de carácter optimista estoy segura de que volverá a Israel (aunque solo sea porque eso es lo que quiere su mujer ja ja ja)

Eli Cohen dijo...

Si, Spielberg seguro que ignora las reacciones de la izquierda mediática antisemita, pero aun así hubiera hecho la película.

No creo q Irak, históricamente hablando, tenga que ver con Munich. Como dices, y como yo apunto en mi post, la película es un alegato contra la política antiterrorista Israel-EEUU. No un canto de paz como Spielberg apuntó. Pero no una crítica antisemita ni antiamericana, intenta darle, como bien has apuntado, la crítica del yankee de izquierdas.

Por eso, opino, que en cualquier caso sus dos objetivos no se han cumplido. 1-Homenajear a los atletas. 2-Lanzar respuestas sobre la nueva manera de acabar con el terrorismo.

Los espectadores ni se acordarán de los atletas y no se pararán a pensar otras formas de acabar con el terror. Lo único que planeará sobre sus cabezas será que Israel hizo mal, que tendría que haber respondido de otra manera. Bueno, eso los más complacientes.

Augie March dijo...

Hola, he llegado a este blog por casualidad, y he leído tu opinión sobre "Munich":

- Primero de todo, y como amante del cine, me gustaría dejar claro que considero a Munich una obra maestra, sin fisuras.

- Pasando ya al debate, estoy con Israel de todas todas. Sólo desde la eterna judeofobia europea se puede entender el odio y el desprecio que ha recibido Israel desde la II WW. No me apetece hablar de "el mundo la cultura", ni de "Artistas contra la guerra".

Si quieres echarle un vistazo, aquí hablé sobre la película (con reducido espacio) y algún lector polemizó en el mismo sentido.

Creo sinceramente que sólo desde el punto de vista de "el pueblo de Israel" se puede criticar a Spielberg por no ser "corporativo".

Me emocioné (no soy judío, por mucho que simpatice con la causa de Israel) y creo que políticamente la película me sirvió para reafirmarme en mis convicciones.

Anónimo dijo...

Pues yo, ya que todos nos confesamos, soy catolico practicante y español, a todo el que le he preguntatado (en Madrid) me dice que la película es equidistante, y yo sólo digo que si un tipo hace una película con este prisma del asunto ETA, me darían arcadas. Por mucho que Spilberg camufle sus intenciones, se expresa claramente que el cree que Israel no debe existir (algo parecido ocurre con España, muchos son los que piensan que España o Israel son el problema)y debe quedarse aguantando embestidas hasta su desaparición, así los judios de Brooklin podrán permanecer en su oasis neoyorquino sin que sus colegas izquierdistas europeos y americanso les incordien. Por lo demás la película es genial como corresponde a este megnífico director.
Saludos y suerte a los israelitas!!!