Al atardecerEn el interior de mi habitación suena
Cavalleria Rusticana, la cual me evoca el recuerdo del final de la muy criticada, pero para mi muy amada,
El Padrino III. Así es el cine, -man que le pese a muchos-, subjetivo. Me asomo por la ventana y veo, cuando las notas de la música se sitúan en su apogeo, el cielo azul bañado de nubes color melocotón. Permanezco de pie, junto a la ventana, deleitado por tan celestial belleza del momento. Nada pienso. Nada. En mi cabeza solo hay cabida para ese color anaranjado, imposible de conseguir por el ser humano, que sazona el cielo del ocaso. Ninguna otra cosa quiero. Ninguna otra cosa quería tampoco tener en su mente Michael Corleone, cuando, al salir de la ópera de Palermo, creía haber conseguido la redención, hasta que le sobrevino la peor de las desgracias. Supongo que Coppola, no encontró mejor melodía que esta, la que inundaba mis oídos hace unos instantes, para retratar la purgación de los pecados de su héroe -y de Puzo también- italoamericano.
Desgraciadamente, el momento de nadería mental se esfuma, dejándome una miel fugaz y efímera. Vuelvo a recordar, como un regreso a los infiernos, la realidad que envuelve a este loco mundo: Wilma, gripe aviar, terremoto en Asia, terrorismo islámico, fanatismo, hambre en África, apatía social...
En el trancurso de dicha regresión se va haciendo de noche. Y, cosas de la vida -y del winamp-, suena
Wild World de Cat Stevens por los altavoces. Ese antiguo gurú de los hippies que ha protagonizado un verdadero descenso a los infiernos cambiando su nombre por Yusuf Islam, o algo parecido, y siendo un predicador más de la guerra santa contra los kafiers (infieles) y de la mascotización de las mujeres. ¿Qué irracional paradoja mental lleva a una persona que en teoría defiende la igualdad real y material de todos los seres humanos, el haz el amor y no la guerra, a montarse en una religión que boga hacia el feudalismo mas animalizante? Presumo que la misma que lleva a muchos a autoculpar a Occidente del terrorismo.
La noche ya es cerrada. He perdido de mi mente esos tintes divinos que poseía el cielo, he perdido, ese olvido que me liberó de los horrores del mundo en que me ha tocado vivir. Se ha ido la Cavalleria Rusticana y se ha quedado Wild World. Se ha ido la utopía que representaban esas nubes melocotonadas y se ha quedado el horror que evoca el antiguo Cat Stevens. Se ha ido Michael Corleone y se ha quedado Yusuf Islam.