15.11.07

Negacionismo en España II

Pilar Rahola entra en el, hasta ahora, tibio debate. Su implicación no tiene desperdicio alguno:

...Ahora podrán pasear por las bonitas calles de Barcelona y decir, en voz alta, que nunca existió el Holocausto. Los negacionistas, la legión más militante del revisionismo nazi, ha encontrado ampara en el magnífico Tribunal Constitucional español, y hoy ya saben que negar el Holocausto es una cuestión de opinión, y no un acto de ignominia, crueldad y antisemitismo. Tienen el amparo legal, y el cielo ha caído sobre nuestras cabezas...

Vía Herut

2 comentarios:

sarónico dijo...

Esto me parece más interesante:

UN OSCURO EPISODIO DE LOS “AÑOS DE HIERRO”

Uno de los sucesos más interesantes y reveladores de los años 40 fueron los movimientos monárquicos y de los Aliados para derrocar a Franco. En 1945, cuando los acuerdos de Yalta parecían determinar la liquidación del Caudillo, según expone Luis María Ansón, se urdió un plan de los monárquicos antifranquistas y de los servicios secretos useños para explotar el maquis comunista: con ese pretexto se denunciaría la “inestabilidad de España”, “peligro para Europa”, los tanques aliados invadirían el país y -- pensaban algo ingenuamente-- eliminarían con suma facilidad al vencedor de la guerra civil e impondrían la monarquía. El plan fue diseñado por Allen Dulles, el jefe de la OSS, precursora de la CIA, y acogido de buena gana por Sainz Rodríguez y otros. Don Juan, por su parte, explicará a Ansón: “Quiero que te quede completamente claro que yo no acepté el plan, y, claro, mucho menos lo estimulé (…). Debo decir que no me opuse. Escuché lo que me decían y sanseacabó”. Es decir, sí lo aceptó, aunque poniendo cara de póker. De hecho Dulles no proponía, daba instrucciones a los juanistas como si fueran empleados suyos, y no parece haber habido mucha repugnancia en los monárquicos antifranquistas –que eran solo una fracción de los monárquicos, aunque muy influyente— ante la perspectiva de ocupar el poder con tales métodos. La maniobra está en la base del célebre Manifiesto de Lausana, con el cual creyó Don Juan abrir su camino al trono, y en realidad se lo cerró para siempre. Intriga, pues, típicamente maquiavélica, pero también mal calculada, en otro artículo explicaré por qué.
“Mientras tanto, los comunistas ignoraban el papel de peones inconscientes diseñado para ellos, y no pensaban por el momento repetir una aventura como la del valle de Arán. Coincidían todos en la idea de utilizar las guerrillas para provocar la intervención aliada, pero el PCE quería crear su propia fuerza armada a fin de tener el papel decisivo en el posfranquismo. Por ello continuaba introduciendo en el país cuadros probados en el maquis francés y hasta en la lucha partisana soviética, coordinando políticamente a los grupos de huidos dispersos, y fundando otros nuevos. Hallaban pocas simpatías entre la población, como ya habían comprobado el otoño pasado, y ello dificultaba su tarea. En Rusia, los partisanos se habían implantado sembrando el terror entre la población civil desafecta, ante la indiferencia de los alemanes, para en una segunda fase concentrarse sobre la Wehrmacht. Pero en España la policía no iba a permanecer indiferente. Los guerrilleros esperaban superar estos obstáculos con algo de tiempo y la intensificación progresiva de las acciones.
Entre tanto, debían correr serios riesgos para conseguir armas, apoyos seguros -- siempre escasos--, montar “estafetas” para el correo y los suministros, etc. Las estafetas solían instalarse en huecos de árboles o bajo piedras de cierto tamaño, cerca del chozo de algún pastor o la casa de algún campesino que servían de enlaces. De este modo no necesitaban verse ni concertar citas entre unos y otros. Los guerrilleros debían vigilar el lugar antes de acercarse, pues, como ocurriría a veces, la Guardia Civil podía haberlo descubierto y preparado una emboscada. Otros problemas surgían de las querellas dentro de las partidas, la desigual formación política o la tendencia al bandidaje.
No menor era la dificultad de encontrar atención médica para las heridas o las enfermedades, fáciles de contraer en tan ardua existencia. A veces obligaban a atenderles a médicos normales, a punta de pistola, un método peligroso. La agrupación guerrillera de la zona centro insistía a la dirección, a finales de 1944: “La urgencia del médico para nosotros es de carácter inmediato, esperamos que esto no se demore”. El médico debía estar entrenado para “largas marchas y con peso encima, como es el equipo y la comida, pues de no ser así, como comprenderéis, nosotros no tenemos retaguardia y corre peligro de caer en manos del enemigo”. Y debía ser un guerrillero más, pues “una de las mayores dificultades que tenemos es que aquí existe demasiado personal inútil: mujeres, viejos y niños; en fin, muy pocos para dar la cara y lo peor es que todos comen”. El informante exageraba, pues los viejos y las mujeres contribuían a la lucha en alguna medida, y niños apenas habría alguno.
Por fin consiguieron un médico, “camarada joven y decidido”, Manuel Tabernero Antona, con los apodos Lyon y Robert, que se incorporó al grupo a finales de 1944 o principios del 45. Una carta suya a la chica que le servía de enlace con Madrid revela otras facetas de aquella vida: “Simpática camarada Flor: el día 3 por la noche bajé en compañía de unos guerrilleros a recibir las cosas que nos mandabas, y cuando regresé al campamento eran las tres de la madrugada. Como podrás imaginarte, todos estaban profundamente dormidos, porque el mismo día, precisamente, Carlos y Ángel habían regresado de un largo viaje; pero los llamé y les dije: “Camaradas, traigo carta de Flor”. Inmediatamente se incorporaron, rebosando de alegría. Tuve que encender el candil y, mientras se recreaban con la lectura de tu misiva, entre carcajadas y alborozos, a mí me correspondió ser la víctima, tuve que prepararles el café en la forma tan poética que tú sabes, machacado con una piedra y colado con un calcetín. ¡Y qué paladar más exquisito tiene! Estoy seguro de que te gustaría. A mí los primeros días estas cosas me causaron cierto efecto raro, pero ha desaparecido toda clase de escrúpulos. Referente a tu preocupación por sus vidas, ¡tranquilízate!, velaré por ellas”.
La carrera de Lyon sería breve. Llegó a dirigir la agrupación guerrillera de Gredos, pero el 13 de septiembre de 1946 caería junto con otros jefes del maquis en una emboscada de la policía, en la huerta del “tío Matapulgas”, cerca de Talavera de la Reina. Se habían reunido allí para resolver asuntos internos. La “catástrofe de Talavera” traería desarticulaciones en Madrid y Toledo, y el descubrimiento del cuartel general del “Ejército Guerrillero” en un chalé del barrio madrileño de Ciudad Lineal, provisto de una emisora manejada por un militante llegado de la URSS” (transcribo de Años de hierro)
El doble e imbricado episodio de los monárquicos, el OSS y los maquis podría dar lugar a una buena película o novela y se presta, desde luego, a muchas reflexiones. Por ejemplo cómo, a veces, gente con talante de héroes defiende las peores causas, mientras causas superiores son representadas por personas de gran bajeza. El mito de Adán y Eva, mucho más profundo que las simplezas morales de Dawkins o Pinker, lo indica: comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal esperando ser como dioses, y accedieron a la esfera del mal y del bien, en efecto, perdiendo la inocencia de los animales. Pero nunca lograron dominar aquella ciencia.
Pío Moa en libertaddigital.com

Eli Cohen dijo...

Pío Moa. Menudo elemento... justifica al franquismo y dice que fue bueno para España!!

cómo narices le apoya César Vidal?? es algo que aun desconozco...