14.2.11

Egipto, la pescadilla que cocinó Occidente

Es tanto lo que se ha escrito sobre Egipto y la plaza de Tahrir que, o bien se convierte en obligación aportar mi grano de kb, o, por el contrario, es completamente fútil. Aún así, me lanzaré y estas líneas formarán parte del intermiable vertedero de palabras vertidas, valga la redundancia, sobre el tema en cuestión. Intentaré ser breve y no ponerme a citar una ristra de referencias de analistas y corresponsales. Tampoco voy a soslayar nada de Israel.

Sí, se ha opinado y escrito de todo sobre la caída de Mubarak. El cóctel de palabras que resuena en los medios y en los debates suele ser el siguiente:

Hermanos Musulmanes /Corrupción/ Faraón/ Democracia para el mundo árabe/ Como en Irán en 1979/ La Caía del Muro de Berlín en Oriente Medio/ Israel tiene miedo/ Libertad/ Suleiman/ Ejército/ Tahrir/El Baradei...y un largo etc




En mi ciudad es muy común el pescaito frito. Una de las piezas del menú se cocina como dice el refranero popular: el pescado que se muerde la cola. Es la pescadilla. Los regímenes árabes nasserianos -laicos pero totalitarios, corruptos y asesinos- son como una pescadilla que crepita en el plato que te sirven en el chiringuito. Desde Occidente se apoya a estos regímenes -doctrina Teddy Roosevelt, luego adoptada por tantos otros, es nuestro hijo de puta- con la excusa de que sirven de dique de contención al islamismo. Se les proporciona dinero y armas, y con estos recursos se dedican a engordar sus cuentas bancarias, a reprimir al pueblo y sumirlo en la miseria, y, si pueden, ceder el poder, tipo dinastía Kim, a sus retoños.



¿Quién ocupa todo ese vacío desolador, todo ese descontento, que se adueña de la inmensa mayoría de la población?

Ajá, grupos islamistas fanáticos como los Hermanos Musulmanes. Apoya un régimen dictatorial laico, y este hará germinar el apoyo social al islamismo. Y, o Irán, o vuelta a empezar. Pese a que por Obamaworld nos dicen que los islamistas no son una preocupación principal, están ahí, y como todo grupo político ansían el poder.

En lugar de tibiezas, Occidente tendría que haber hecho pedagogía de la libertad y la democracia y no otorgar cheques en blanco a sátrapas como Ben Alí o Mubarak. Ahora tienen lo que más temían: miedo a elecciones democráticas libres que lleven a los Hermanos Musulmanes al gobierno egipcio. En Gaza pasó lo mismo. Exactamente.

Sin querer ser uno más en la legión de pesimistas que no han visto con muy buenos ojos la rebelión de los egipcios -el dato ya clásico aducido por estos es que se manifestaron sólo 200.000 de una población de 80 millones- levantaré un instante mi teclado por un motivo que siempre, de entrada, tiene que ser de alegría: la caída de un tirano.

En los seis meses que quedan por delante se juega demasiado. Occidente podría aprovechar para enmendar sus errores y los demás miraremos, como dijo Chateaubriand, acabar y empezar un mundo.

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