17.10.10

Hambre y pobreza

Este verano leí tres libros del escritor norteamericano de novela negra Harlan Coben -en una entrevista que concedió hace un par de años a La Vanguardia, afirmaba que el escribía para sus lectores, no para el mismo, como hacen muchos. No pasarán a mi historia personal como grandes obras, pero, amén de entretenerme mucho -leí los tres en una semana-, desprendían, en alguna que otra narración, destellos de genialidad, que por su sencillez y vehemencia, sí perdurarán, al menos, en esa loca obsesión mía de analizar todo lo que me rodea.

Pocos días atrás, decidí lanzarme con otra de sus novelas, El Bosque, y descubrí otro de esas fulguraciones de genialidad de las que hablaba que me gustaría compartir con los que aún se pasan por este rinconcito digital mío:

Vives con ese bienestar absurdo y te pierdes. Te preocupas por tonterías como la esperitualidad y la salud interior, la satisfacción y las relaciones. No tienes ni idea de la suerte que tienes. No tienes ni idea de lo que es pasar hambre, quedarte en los huesos, mirar impotente cómo alguien que amas, alguien joven y teóricamente sano muere lentamente, y una parte de ti, una parte de ti horriblemente instintiva, casi se alegra porque ahora tendrá media rebanada de pan más para comer.

Sí, los occidentales andamos quejándonos todo el santo día. Los que nacimos sin tan ni siquiera suponer que era escasez, jamás calculamos o nos hacemos una idea de la suerte que tenemos. Hay muchos más, uno de cada seis en el planeta, que también necesitan esa suerte.

Desgraciadamente la mipoía de muchos líderes que sólo se ocupan en justificar sus sueldos obvia que la cifra de pobreza ha bajado como la espuma -gracias a una cosa llamada Democracia- en los últimos cincuenta años y que para seguir mejorando no hay unicamente que enviar ONG's, sino que hay que promover la caída de los regímenes totalitarios y salvajes que copan las multimillonarias ayudas internacionales y oprimen a sus pueblos.



En un capítulo de El Ala Oeste de la Casa Blanca -qué grande es Aaron Sorkin- un candidato a presidente en un debate electoral propone que para erradicar la pobreza no hay que dar el pez, sino la caña. Y también quitar de en medio al que no deja pescar.

1 comentario:

joaquin__luis dijo...

Fantástico. Caña, no peces y... quitar de en medio a quien no deja pescar.