Dicho diálogo duró dos días y medio y estuvo patrocinado por el World Jewish Congress y por la Fundación Tres Culturas. El transcurso del evento, así como la organización resultaron impecables. Las sesiones tenían lugar en la sede de la Fundación la cual está edificada con una exquisita arquitectura mozárabe -fue el pabellón de Marruecos en la Exposición Universal de 1992- y el nivel de los conferenciantes en dichas sesiones fue sobresaliente. Desde Esther Bendahan, escritora y directora de Cultura de Casa Sefarad, hasta Fiyaz Mughal nombrado Sir por la reina de Inglaterra y pionero de los microcréditos en Paquistán, pasando por Antonio Nuñez Martín, director del IESE Bussines School, todos nos brindaron una cosmovisión de cómo hay que entender la convivencia y los peligros que la acechan. Esther Bendahan apuntó que la violencia hay que dejarla a un lado si se quiere convivir y que hay que excluir a los que la predican y viven de ella, y Farid el Asri, filólogo, historiador y profesor universitario en Bruselas nos ilustró la manera en la que la imagen y su utilización tendenciosa puede crear un perjuicio o un tópico –algo a lo que los judíos estamos demasiado acostumbrados.
Pero lo más interesante, fueron los grupos de trabajo que formamos entre los participantes para la creación de proyectos interreligiosos. Los que somos twitteros –usuarios de la dinámica y popular red social Twitter- estuvimos de enhorabuena cuando Michael Amselem, emprendedor francés y judío, propuso el hashtag #iFaith –nombre con el que se designa a una etiqueta en Twitter que hace más cómodo y sencillo el buscar o seleccionar un tema en dicha red- como lanzamiento de una campaña en la red que generara influencia sobre las ideas de diálogo y cooperación entre las tres religiones monoteístas. Las propuestas, durante el evento, brotaron incesantemente. Personalmente, mi propuesta fue la creación de seminarios y encuentros entre adolescentes de las tres religiones en un contexto lúdico.
Como broche de oro al primer día, nos brindaron una visita guiada a los lugares más significativos para las tres religiones en Sevilla: La torre del Oro, La Plaza de España, La Judería y la Catedral. La judería, especialmente, transmitía un encanto desolador. Sus calles serpenteantes y envolventes y el aroma de la tarde otoñal en el casco antiguo sevillano propiciaban que los 44 jóvenes que transitábamos por ellas nos sintiéramos como siglos atrás se cuenta que se sintieron nuestros antepasados: habitantes de una misma plaza, vecinos en la cotidianidad, personas con valores comunes que sus grandes libros les otorgaron: amor al prójimo, caridad y respeto.
Aquellos que aún creemos en la raza humana, y en algo que se llama Libertad, solemos estar –o al menos presumir de ello- libres de prejuicios hacia el que tenemos en frente o al que viene de fuera. No creemos en la responsabilidad colectiva ni en ningún silogismo racista o xenófobo para juzgar a alguien por su creencia, color de su piel, ideología, sexo o procedencia. Pero no es suficiente con creer en ello. No es suficiente con colgarse un cartel o adjuntar en el DNI un enunciado que diga soy tolerante. La tolerancia se practica y se experimenta. Para ello, pocos escenarios son comparables a sentarse en una misma mesa a almorzar con musulmanes, judíos y cristianos de medio mundo y conversar sobre trabajo, cine, viajes o el postre. Nada derriba mitos y clichés como compartir trabajo y vivencias cotidianas con el otro. Lo mejor para percatarse de que no todo musulmán es un fanático dispuesto a inmolarse ni que todo judío es un avaro conspirador, es compartir lo que tenemos en común: ganas de vivir, de convivir.
Aquí dos entrevistas televisivas sobre el encuentro en las en las que intervengo:
Canal Sur (videos del 19 de octubre, Diálogo Interreligioso en Sevilla)