24.2.07

Mi apuesta para Los Oscar

No suelo publicar las reseñas que escribo en Dejaboo. Pero, dado que Los Oscar están aquí, es una buena forma de formalizar mi apuesta por el impresionante largometraje del maestro Scorsese. Es de tener en cuenta que la escribí a la vuelta de un examen horrible, con mucha cafeina en el cuerpo.


Dramas, dilemas, moral y tragedia.


CON SPOILER

Antes de nada, he de reconocer que, en la correspondiente reseña que hice sobre Casino, mencioné que Infiltrados era una gran película, pero que no llegaría a ser un clásico. A día de hoy, lo pongo en duda.

Y es que, tras varios visionados -me encanta ver películas una y otra vez, repasarlas y rizarlas hasta exprimir todo el jugo- he encontrado sensaciones mil veces mejores que las que me dejó en la sala de cine. Después de un barroquismo aburrido y efecticista mostrado en Gangs of New York y El Aviador, Scorsese nos lo debía. Una película con todas las putas letras. Infiltrados.



La euforía que me ha dado el café de esta mañana -no se que narices le han echado- me crea una turbia confusión en mi organización de ideas. Desconozco que parcela de semejante bombazo dramático comenzar a desgranar. Por qué no, el drama.



La película que nos ofrece el bueno de Martin es puro drama. Real. Urbano. Humano. Y plausible. La carga moral y el pulso narrativo, asfixiante a veces, relajado nunca, te deja atornillado a la pantalla sin que asimiles todo lo que Scorsese te quiere ofrecer.




El drama, principalmente, está en forma de persona, del verdadero prota de la película, Leo Di Caprio, -que aposté por él desde el principio, desde que hizo, siendo un adolescente
Diario de un rebelde- que nos hace sentir sus miedos, inquietudes, contradicciones y , sobre todo, sufrimiento, de tal forma que nos sobrepasa la piel. Una actuación memorable. No es la única. Más tarde seguiremos con Leo.

De la mano del drama, tenemos el dilema. El dilema aquí es nihilista -como bien planteó antonalva en su reseña- y perturbador. Un infiltrado en la policía por parte de la mafia y otro en la mafia por parte de la policía. Uno hace el bien, y otro el mal, pero al final del camino buscan...¿lo contrario? ¿Qué buscan? ¿A dónde van? Ante una pistola..¿cuál es la diferencia? El parto de contradicciones es tal que, se han difuminado en un laberinto de dilemas morales que acaban siendo la misma persona, -se nos conoce por nuestros actos- actuan igual. Por esa razón, aparecen vestidos igual en una persecución en la cual no se ven las caras. Son la misma persona, perdidos en el mismo callejón. Encerrados en sus contradicciones morales. Uno quería la gloria, Matt Damon. Otro, Di Caprio, hacer el bien. ¿Lo logran?

A ellos, a los principales personajes de la trama, les une una psicóloga de la policía. No es casualidad. No lo es que Damon sea impotente y Di Caprio un infeliz atormentado y depresivo. No es casualidad que sea Damon el que le otorgue establidad y que Di Caprio el que le aporte la el fogonazo pasional que toda persona necesita, al menos, una vez en la vida. Por eso ese fogonazo, es presentado de una forma suprema, colosal, en una de las principales escenas de la película. Lloviendo, sonando de fondo Comfortably numb cantada por Van Morrison, rindiendose ante lo inevitable, ante la posibilidad de tocar el cielo, de saborearlo. De sentirse libres.

En el marco de este planteamiento, tenemos en segundo lugar, -que no menos importante, el es el objetivo de la película- al gran Jack Nocholson, quien pasará a la historia como uno de los mejores actores de la historia del cine. Esta vez, Scorsese se ha ido a la ciudad de Boston y ha decidido centrarse en la mafira irlandesa. Frank Costello es el capo. Y la película, en esencia, un remake de una oriental. Su reencarnación del mal es inmejorable. Su jocosa maldad, su humor negro, sus gestos juvenilmente simpáticos y su diatriba dictatorial despreciando la vida humana le coronan como el malo malísimo. Quien no busca nada. No. El lo que quiere lo coge. Esa es su filosofía. Al final, como en las grandes películas de mafia -también como en las obras de teatro clásicas- en el último acto, cae, muere, como tirano que es. Una lección que siempre se ocupa de darnos el cine.

Pero el elenco de actores no queda ahí. El cine mafioso de Scorsese, ese cenit formado por la mezcla de poder, lealtad, dinero y esos elementos del Cuarto poder que nos vuelven locos, con esos diálogos violentos y urbanos, con esos ritmos callejeros, con esos temazos de los Rolling sazonando la sangre y el descontrol de la violencia...El cine de Scorsese que ha vuelto con esta película, está completado con unos secundarios que quitan el hipo encabezados por Mark Walhberg -que se llevará el Oscar al mejor secundario como en su día se lo llevó Joe Pesci por Uno de los Nuestros-.

Respecto al final...bueno, estamos acostumbrados a los finales de Scorsese. Sangre y muerte...pero el prota siempre sobrevive. Aquí la cosa cambia. Cuando realmente no sabes que va a pasar -si sabes que más de uno tiene que morir- te quedas sin aliento cuando ves, de sopetón, e inesperadamente real, la muerte del héroe. En donde, la tragedia clásica pasa a ser drama real. Puramente real.

No falta de nada. Es una película que gana con el tiempo. E imprescindible. Es CINE. C I N E. Puro. Y violento.




No se llevará el Oscar. Se lo merece. La Academia no le quiere.

Aunque al parecer, todo apunta a que se llevará la estatuilla a mejor director...

2 comentarios:

Daniel dijo...

Shalom Eli. Mi quiniela para los Oscars es esta:

-Mejor película para CCartas desde Iwojima.

-Mejor director para Martin Scorsese (Es mi mayor deseo).

-Mejor actor para Forest Whitaker.

-Mejor actriz para Helen Mirren.

-Mejor actor de reparto para Mark Wahlberg.

-Mejor actriz de reparto para Jennifer Hudson.

Eli Cohen dijo...

Creo que excepto la Mejor Película, lo demás está todo casi cantado.