La semana pasada asistí a un acto de Netanyahu en conmemoración de los diez años del 11-S. También asistió el embajador estadounidense, Daniel Shapiro. La seguridad en el evento era impresionante. Bibi deleitó a los asistentes con la oratoria y mensaje vehementes que acostumbra: "Esta es la lucha de nuestro tiempo". El premier israelí es un líder fuerte, gusta a sus votantes y tiene principios sólidos. Puede que las protestas por los altos precios le desgasten, pero los israelíes en su mayoría, dado el acoso incesante a la nación, desde Turquía hasta la Asamblea General de la ONU, pasando por Hamas o el ataque a la Embajada en El Cairo, no confían en otro político que pueda manejar la situación. O esa es mi percepción cuando hablo de política con mis conferenciantes, con mis profesores de Ulpan, con los ciudadanos de a pie...
El Shabbat lo pasé en Tel Aviv, en casa de unas amigas españolas que también vinieron a vivir a Israel. En la cena éramos unos veinte jóvenes de 9 nacionalidades distinas, incluyendo a Raul, un chico español no judío que lleva nueve meses trabajando en Tel Aviv. Espero entrevistarle porque su visión de Israel es muy interesante y enriquecedora. Evidentemente, me confirmó que tenía otra visión, completamente distinta, antes de pisar Tierra Santa. Suele pasar.
Desde el Begin Center veo la Ciudad Vieja todos los días. También paseo por ella, y descubro por ejemplo en el mercado árabe, cómo el comercio es una buena herramienta para la paz: En una misma tienda, puedes ver camisetas de Palestina y de Arafat junto a camisetas del ejército israelí. El profit no conoce de política o de odio. Pese a que el odio, de una parte hacia otra, es la principal causa de este conflicto, y no la tierra, como confirmó el embajador de la OLP en la ONU el 14 de septiembre al afirmar que la futura Palestina no habrá judíos. Hablar en hebreo al día siguiente con los árabes que trabajan en el Begin Center me hace creer en Israel y en el proyecto sionista más que nunca. Supongo que lo mismo pensará alguno entre el millón y medio de árabes israelíes.
Hoy el antiguo director del Jerusalem Post, David Horovitz, un tipo sencillo, que viste como un inglés que viene a hacer senderismo a España en marzo,nos hace una visita. Nos cuenta que la Segunda Intifada tenía la intención de hacer emigrar a los israelíes atacando su modo de vida. También afirma que Ahmadineyad debería estar procesado, sino perseguido, por conspiración para cometer genocidio, según la Convención de prevención del Genocidio. Intenta analizar el posible futuro tras la votación en la ONU. Es realista pero sin llegara ser pesimista. Los reservistas se han movilizado en algunas zonas ante el posible estallido de la violencia. Sus respuestas son muy largas, pero me gusta cómo habla. Vuelvo a casa en un bus que pasa por Mea Shearim y Geula, los barrios religiosos por excelencia. Muchos cuando suben al bus rezan un salmo. Aun persiste en la memoria de los israelíes los años más negros de la Segunda Intifada, cuando los suicidas se inmolaban en autobuses matando y asesinando a todo el que estuviera dentro. Y a mí tampoco se me olvida lo que los medios decían entonces, lo que muchos buenos profesionales afirmaban: es una respuesta a una situación desesperada. Qué maldita gracia que te digan que tu amigo, tu hijo, tu hermano o tu mujer murió porque se lo merecía, porque si además era votante de derechas u ortodoxo, qué decir colono, su muerte era un acto de justicia.
En el iPod suena November Rain. Aquí no suele llover mucho en Noviembre, ni siquiera en todo el año. Peor si llueve dentro de mi cabeza: Ideas, vivencias, recuerdos, canciones, películas, sueños, reflexiones...Israel es una lucha constante por la vida. Es un país maravilloso, realmente hermoso, único, pero nunca nadie dijo que fuera fácil.
Al atardecer suelo hacer ejercicio en los jardines de mi edificio. Las voces de los imanes retumban por toda la vecindad, las estrellas caen y de lejos se ve la Cúpula de la Roca. Por un momento crees que hay paz. O que los árabes ganaron en el 48. Hablo con Jonah, mientras observamos Jerusalén desde el Monte Scopus. Me cuenta el periplo de su padre, que escapó de Irán en 1979. Platicamos sobre una posible solución al conflicto. Y repetimos la consigna de Simón Peres: "It's not about the land, it's about the people"