29.5.08

Un poco de todo...

Durante esta época del año el tiempo me falta. Y no le dedico al blog -este año, ciertamente, estoy posteando muy poco- todo lo que quisiera, que es mucho. Aun así, en mis madrugadas propias de un especimen vampírico y urbanita, encuentro un momento para postear -un anglicismo que para mí quiere decir mostrar al mundo cibernético que me mira lo que me inquieta- o dejar constancia de que sigo en la ladera del volcán...

En primer lugar, me pongo para antes de dormir este necesario e imprescindible debate emitido en Libertad Digital TV -sí, progres etiquetadores, ese canal de fachas- en donde Javier Sómalo, Fernando Alvarez-Barón, presidente de ASEI y al que tuve la oportunidad de conocer en el Seminario de Hasbará de diciembre, Gabriel Perry, empresario israelí y Mauricio Sánchez, redactor jefe La Razón, profundizan sobre la cobertura de la cuestión israelí por parte de los medios de comunicación españoles y europeos, con motivo del 60 Aniversario del Estado de Israel:




En segundo lugar, debo publicitar el Curso de Verano sobre el 60 Aniversario del Estado de Israel que tendrá lugar en Aranjuez a principios de Julio, con unos ponentes y organizadores de aunténtico lujo y prestigio. Una gran pena que no pueda
acudir. Toda la información aquí.

En tercer lugar, y saliendome un poco de la conspiración sionista, encuentro esta simpática foto que ilustra como pocas la diferencia entre una tele antigua y una de alta definición:




Por último, dejo un pequeño fragmento de uno de los memorables diálogos de Pulp Fiction -en las pelis de Tarantino hasta Kill Bill, todos los diálogos son sublimes- de boca de Uma Thurman:

"¿No los odias?, ¿esos silencios incómodos? ¿Por qué necesitamos decir algo para rellenarlos? Es por eso que sabes que has encontrado a alguien especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y disfrutar del silencio."

Buenas noches.

15.5.08

Sobre el 60 Aniversario...

Cuesta escribir unas palabras sobre el 60 cumpleaños del Estado de Israel. Se hace dificil bajo la inmensa sombra que ha desprendido en mí la pluma de Albiac, por ejemplo. También por los demás artículos magistrales como el de Jon Juaristi, el de Esther Bendahán, el de Rafael Bardají...o el que hoy se publica en la Tribuna Libre de El Mundo con la firma de Elie Wiesel...

Pero el Festival de Blogs para festejar este día -idea de José, referente indiscutible en la blogosfera proisraelí- requiere un esfuerzo por mi parte. Qué menos.

¿Por dónde puedo empezar? ¿Qué parte de la epopeya debo comenzar a diseccionar? Porque, en suma, Israel fue, y es, una epopeya. Constante. Una aventura que ha costado litros de sangre y lágrimas, una odisea que ha demostrado al mundo que, mediante la lucha, el esfuerzo, el empeño, la tenacidad y el sufrimiento de todo un pueblo, el sueño de la libertad y la prosperidad es posible allá en donde se asiente. Aunque un oceáno de hostiles y salvajes enémigos estén constantemente al acecho. Aunque todo el globo, excepto contadas pero importantes excepciones, se conjure contra el proyecto, contra el sueño y contra, ahora, la realidad.

Una nación heroica, pues, es Israel. La más heroica y digna de este planeta. La nación con una ciudadanía consciente de jugarse la vida en cada esquina para defender su precioso régimen de libertades, garantías y prosperidad. Una prosperidad situada años luz, siquiera imaginable, de la de sus arcaicos vecinos. Pero, lo más grandioso de Israel, lo más milagroso es que, en 60 años de guerra, el Estado Judío no se haya ido al garete, ni se haya sumergido en el caos. Ni una sola regresión autoritaria o dictatorial en 60 años de guerras y terrorismo. Ni una sola guerra civil. Ni un sólo golpe de estado. Ningún país -ninguna sociedad- habría soportado tanta presión. Israel sí. ¿Ante qué no pueden estar preparados los judíos después de las chimeneas de Auschwitz?

Mientras escribía, pensaba en una foto. La más importante de la historia del judaísmo contemporaneo. Esta:




16:00 horas del 14 de Mayo de 1948. El día en el que David Ben Gurion no solo declaraba al mundo el nacimiento de una nueva nación. No sólo. Declaraba también, que jamás, JAMÁS, los judíos -después de haber sobrevivido al mayor intento de aniquilación de todo un pueblo nunca conocido en la historia de la humanidad- se doblegarán ante aquellos que quieran su destrucción.

Pero esta foto evoca también el gran sistema de defensa del pueblo judío, aquel que ha hecho que 2000 años de persecuciones, dolor e injusticia no acabaran con él: La Unidad.

David Ben Gurion, uno de los más grandes líderes del pueblo judío, adelantó un día la Declaración de Independencia del Estado de Israel -según la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, el 15 de Mayo entraba en vigor el plan de partición en dos estados: uno árabe y otro judío. Los judíos aceptaron, los árabes contestaron con una guerra en la que negaban los dos Estados, tanto Israel como Palestina- porque al día siguiente era Shabbat. Y lo hizo, a parte de la razón que mencionó Albiac, rendir homenaje a una tradición religiosa fundamental para sobrevivir como nación sin territorio, porque quería el apoyo de todos los sectores judíos de aquel entonces. Religiosos y no religiosos. Sefardíes y ashkenazíes. De derechas y de izquierdas. Judíos todos. Unidos.

Él sabía que lo que ha hecho al pueblo judío aguantar durante los siglos ha sido la Unidad. Un estado sin Unidad apenas llegaría a un par de semanas de existencia. Él, la logró -haciendo también grandes sacrificios como ordenar el hundimiento del Altalena- y es una Unidad a la cual el pueblo judío, y la sociedad israelí, jamás han renunciado. Ni -espero- jamás renunciarán.

Este es el legado más grande de ese día. Más grande que todos los avances teconológicos, sociales, políticos, económicos y militares que ha tenido Israel. Más grande que representar un puntal de la libertad y la democracia en el mundo. Más grande que ser la única nación de Oriente Medio en donde un árabe goza de todos los derechos democráticos. Mucho más que todo eso. La Unidad fuerte y perseverante del pueblo judío en su cenit, en su máximo apogeo.

Para concluir este, mi aporte, al Festival Bloguero, dejaré una cita del mismísimo David Ben Gurion, mi preferida:

"En Israel, para ser realista, debes creer en los milagros..."

Feliz Día de la Independencia.


13.5.08

Irena Sendler, una heroína que se va...

Irena Sendler nos deja. Su historia es conmovedora, desgarrante. Una heroína. Ella, sentenció su inmensa labor -trabajada con un incontable sacrificio y sufrimiento- diciendo...


...Yo no hice nada especial, sólo hice lo que debía, nada más...

Y según ella, lo que debía era militar en la resistencia contra los nazis, salvar a 2500 niños judíos del Gueto de Varsovia, bajo una tortura que nadie quiere imaginarse no decir ni una palabra sobre el paradero de ellos, y sobrevivir para sentirse satisfecha con su incalculable legado.

La sociedad europea en su mayoría enfermó - como lo hace ahora, pero, por fortuna en menor medida- durante la Segunda Guerra Mundial. Casi todos miraron a otro lado. Otros como esta gran mujer, no solo miraron, sino que sacrficaron su propia vida en la lucha contra la maldad y la barbarie.




Descanse en paz, Irena Sendler.

9.5.08

¡¡60 AÑOS!!...Albiac

Estaba claro. Gabriel Albiac, el mayor defensor de Israel en los medios de comunicación -y para mí, mi escritor preferido y uno de mis más altos iconos culturales- no se podía permitir no dedicarle una columna al 60 Aniversario del Estado de Israel. Se prometía, la columna, inolvidable. Llamarla así, es desmerecerla. ¡Qué pluma! ¡Qué forma de describir, de transmitir, de mostrar la grandeza de Israel en el mundo! Habría que fotocopiarla en tiradas kilométricas y repartirla por la calle.

Ahora que La Razón está en abierto lo puedo enlazar. Pero, no transcribirlo aquí, rozaría lo delictivo.

GRACIAS GABRIEL. En nombre de todos los que amamos a Israel.

GRACIAS.
Israel, 60 años
Israel es el único rincón de Europa que defiende a Europa. La última gran epopeya de la libertad en armas

«Asentando nuestra confianza sobre la roca de Israel?» Tel-Aviv, 14 de mayo. 1948. Son las cuatro de la tarde. Y el mandato británico en Palestina no expira -conforme a la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas- hasta las cero horas del día quince. Pero el día quince es shabat. Y el laico David Ben Gurión rinde homenaje a una tradición religiosa, sin la cual difícilmente hubiera logrado perseverar el pueblo judío en su larga historia de nación sin territorio.

Ocho horas antes, pues, de que el alto comisario Cunningham abandone a su destino el protectorado, en el Museo de Arte de Tel-Aviv suena la proclamación solemne del primer Estado democrático en el Oriente Próximo. Hasta hoy, el único. «En virtud del derecho natural e histórico del pueblo judío», apenas salido del más acabado proyecto de borrar su existencia de la faz de la tierra, Ben Gurión proclama, sin ambigüedad alguna, la aceptación formal de la casi unánime -países árabes al margen- resolución 181 de la ONU, en cuya virtud es Israel un país libre. Once minutos antes de la medianoche, Harry S. Truman, en nombre del gobierno de los Estados Unidos, reconocía al Estado de Israel (la URSS lo haría apenas tres días más tarde). Antes de pasadas veinticuatro horas, los ejércitos de Siria, Líbano, Egipto, Jordania e Irak invadían el minúsculo germen de Estado judío.

Nadie parecía dispuesto a dar un céntimo, en ese instante, por la piel de unos colonos sin más ejército que sus difusas, aunque empecinadas, guerrillas y sus recién nacidos grupos de autodefensa. Vencieron, sin embargo. A un duro coste. Pero vencieron. Y, al cabo de estos sesenta años de guerra sin cuartel que les fueran impuestos por todos sus vecinos, lograron lo impensable: un país próspero y moderno, en medio del marasmo medieval de un mundo islámico cada vez más empeñado en vetarse a sí mismo cualquier acceso a la edad moderna; un país, sobre todo, a cuya bien blindada democracia apenas ha arañado la dura contumacia de una guerra de más de medio siglo por la supervivencia.

Y no es fácil decir qué es lo más duro. Si ese nacer y morir de cada ciudadano en la certeza de que una derrota militar -una sola- significaría su completo exterminio: el de él y el de los suyos; el de él y el de cada habitante de su tierra; el de él y el de una larga cultura con la cual el mundo libre tiene contraída una deuda que no prescribe. O si es más dura aún la odiosa cobardía con la cual Europa ha vuelto la espalda a quienes, del otro lado del Mediterráneo, han sido la única barrera, durante sesenta años, a la expansión amenazante de la teocracia islamista. Israel combatía por la democracia de todos y de cada uno de nosotros. Pero nadie, en la descompuesta Europa del último siglo, quiere oír hablar ya de combates. Europa arrastra consigo cien años de tristes rendiciones. Y no puede perdonar a quien apuesta por salvar aquello que Europa fue antes de ser un cadáver: éste, polvoriento, de ahora.

No hay muchas cosas de las cuales felicitarse en el último medio siglo. Israel es una de ellas. Para aquel que aún osa ser un hombre libre. Pocos.